Estaba paradita, esperando mi café en Nordstrom, cuando caí en cuenta en donde estaba, escuchaba con ansías de enteder lo incomprensible, ordenes larguisímas y complicadas solo para un café matutino, half and half, Soyl latte, caramel latte, expressos, una fila larguísima de espera donde uno observa a los demás, botas caras, peinados perfectos, pláticas cortas, desgraciadamente este es el lugar donde menos disfruto el café, ya que es insipido, no tiene olor ni sabor cremosito, entonces entre todas mis pasiones, ésta debe desaparecer, por lo tanto ahora una nueva pasión es mirar al otro con extrema curiosidad, y hacer preguntas, que fantásticamente tienen respuesta.
En mi último viaje a la Ciudad de México Edgardo Ganado Kim me decía que todo artista mexicano le gustaría ser norteamericano, me pareció la cosa más absurda, somos tan distintos y en eso se basa nuestra "plus" cultural, somos resistentes, vaciladores, elocuentes, "héchamos mano de lo que sea" para hacer enunciados artísticos o simplemente para resolver la vida práctica, vivimos la ciudad, vivimos lo social, nos encanta el chisme, estar enterados de todo y todos, y por su puesto un gran bloque de nosotros, quiere vivir en la abundancia.
Urgo en la memoria cada vez que puedo, recordé las mejillas rojas de mi abuela con sus ojos delineados, el recuerdo es tan fuerte que quise reproducirlo, escogí un rosa fuerte, y encontré un rojizo para los labios, la feminidad definitivamente es algo que las mujeres a mi alrededor pierden, pero esas mejillas coquetas estan por encima de cualquier afeite channeliano, la coqueteria no se compra, se desarrolla, mi imaginario de ella tiene que ver con la voz que canta a la noche, con las luces bajas, con una guitarra tímida que habla un idioma distinto al tuyo, pero que entiende el acto del canto con dolor.